Lo que muestro es simplemente el despertar a la comprensión de la conciencia en la realidad. La persona se da cuenta, y reconoce la belleza de lo esencial, viendo que contrasta con su propia imperfección finita. La persona intenta luego emular la belleza divina que percibe. En consecuencia, se aúna con una experiencia infinita e impersonal, aunque propia.
A pesar de que la mente esté brotando, moviéndose a sí misma con diversas terminologías, no hay que identificarse con eso, hay que dejar partir esas referencias conceptuales. Así sobreviene el deseo íntimo y profundo, un comienzo para encontrar luego la manera de canalizarlo, el que sería el próximo paso.
A lo largo de la historia han existido múltiples personalidades que fueron consideradas grandes por haber ahondado en comprensión: Plotino, Platón, Clemente de Alejandría, Francisco de Asís, y muchísimos más en el oriente. A estos personajes se les brinda reconocimiento hoy en día por sus expresiones, como personas cuya compresión está despierta a una realidad que supera los sentidos objetivos.
El buscador sólo tiene un objetivo en vista: encontrar sentido, paz, su Sí mismo. Este deseo supera a todos los demás y nada lo motiva más que esta meta. El buscador se halla buscando, esforzándose, cambiando, desarrollándose, tratando con todo su corazón de volverse, de conocer su sentido último. Cuando la unión de lo que la mente había ilusoriamente separado se ha hecho completa, cuando dos se han hecho uno, él no es más un buscador; él es un realizado, aunque no se reconozca a sí mismo como tal. El buscador desaparece en lo buscado.
R.Malak
Día a Día con R.Malak 2016 – 3 de enero